El más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa. Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos. En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
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