La cocina catalana combina, sabiamente, productos del mar, la montaña y la huerta, fruto de la influencia del paso de distintas civilizaciones anteriores (romanos, griegos ..) siendo muy típicos los platos llamados “mar y montaña" como el pollo con gambas de Palamós, el conejo con caracoles o las típicas albóndigas con sepia entre otras.
Elaboración:
Troceamos las sepias en trozos medianos o a tiras y la ponemos en una sartén con 3 cucharadas de aceite de oliva, frelmos hasta que se evapore completamente el agua que pudiesen soltar y adquieran un color dorado. Reservar.
En un recipiente amplio mezclamos todos los ingredientes para la masa de las albóndigas.
Se forman pequeñas bolas, se rebozan con la harina y se doran ligeramente en una sartén o cacerola con 8 cucharadas de aceite de oliva a fuego medio (se trata de dorarlas aunque no estén hechas por dentro, ya que se acabarán de hacer en su salsa) Reservar.
En el mismo aceite freímos durante unos 3 minutos los guisantes sin descongelar. Reservar.
Pelar y cortar finamente la cebolla y añadirla a la cazuela. A continuación le añadimos los tomates rallados y se frien junto con la cebolla durante unos 6-7 minutos a fuego medio. Seguidamente añadimos el vaso de vino blanco, esperamos un par de minutos a que evapore el alcohol del vino y añadimos el caldo, fumet o agua y lo dejamos hervir a fuego medio durante varios minutos mientras preparamos la picada: en un mortero majamos todos los ingredientes de la picada, añadiendo un
poco de líquido de la cazuela para ligar la picada, mezclamos y añadimos a la cazuela. Dejamos hervir a fuego medio-bajo, es decir, que haga un chup-chup “tranquilo” para que no se nos evapore demasiado los líquidos y lo herviremos durante unos 10-15 minutos. Añadimos las albóndigas, sepia y guisantes que tenemos reservados, mantenemos a fuego medio durante unos 8-10 minutos para que se mezclen los sabores y servimos bien caliente.
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